Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1250
Fin: Año 1450

Antecedente:
El arte mudéjar

(C) Gonzalo Borrás



Comentario

Uno de estos contactos culturales profundos entre la Cristiandad y el Islam se produce a partir de la reconquista cristiana de al-Andalus por razones de pragmatismo político y de tolerancia religiosa. La dificultad de los reinos cristianos del norte peninsular para repoblar los vastos territorios conquistados abocó a una decisión política de profundas consecuencias para la cultura medieval española: autorizar a la población musulmana vencida a quedarse bajo dominio cristiano en los territorios conquistados, conservando la religión islámica, la lengua árabe y una organización jurídica propia. Son los mudéjares. Sobre el solar hispánico medieval ya no sólo hay moros al otro lado de la frontera política, sino también en propio territorio cristiano, en pacífica convivencia.
Esta asimilación cultural de los moros vencidos (mudéjares), la fascinación de los cristianos por los monumentos islámicos de las ciudades reconquistadas, convirtiendo los alcázares musulmanes en palacios de los reyes cristianos y las mezquitas aljamas de las ciudades en catedrales e iglesias, así como las estrechas relaciones que con intermitencias de periodos bélicos se mantienen con los territorios de al-Andalus aún no reconquistados, son algunos de los factores que explican el singular fenómeno del arte mudéjar.

Si el arte es un documento plástico insustituible para el conocimiento del pasado, el mudéjar constituye la manifestación artística más genuina de la España cristiana medieval, expresión del pensamiento plástico de una sociedad en la que convivieron cristianos, moros y judíos. Estas circunstancias sociales hicieron posible el nacimiento del arte mudéjar, pervivencia de la tradición artística islámica en la España cristiana medieval, que dio lugar a una nueva expresión artística, diferente de los elementos islámicos y cristianos que la integran. No debe considerarse, pues, hija de la exaltación castiza la atinada valoración de Marcelino Menéndez Pelayo sobre el arte mudéjar, al reconocerlo como "el único tipo de construcción peculiarmente español de que podemos envanecernos".

Y sin embargo, a pesar de esta singularidad, el mudéjar tal vez ha sido la manifestación del arte español más contradictoriamente interpretada hasta el momento, incluso con posiciones contrapuestas que se derivan del diferente papel y de la distinta valoración que cada historiador concede a los elementos musulmanes y cristianos que integran esta nueva manifestación artística.

De un lado, se alinean quienes han situado culturalmente al mudéjar dentro de la historia del arte hispanomusulmán, como un brillante epígono o capítulo final, que contempla la pervivencia del arte islámico en territorio cristiano; esta actitud historiográfica olvida la importante circunstancia de que el arte mudéjar no está realizado bajo el dominio político musulmán, sino justamente al contrario; el límite o frontera de separación entre el arte musulmán y el arte mudéjar está claramente perfilado por el fenómeno histórico de la reconquista cristiana; en el arte mudéjar, realizado ya bajo dominio cristiano, ha desaparecido lo que constituía el soporte cultural del arte musulmán, el sometimiento al dominio político del Islam. Así, pues, en sentido estricto el arte mudéjar no pertenece al arte musulmán.

De otro lado, se posicionan quienes han interpretado el mudéjar como parte del arte occidental cristiano, un añadido ornamental de tradición islámica a los estilos románico o gótico; para esta actitud los monumentos mudéjares per tenecen claramente al arte occidental europeo con algunos rasgos o influencias del arte islámico. De esta valoración se deriva la utilización de términos como románico-mudéjar o gótico-mudéjar para aludir a unas manifestaciones artísticas, en las que lo estructural y principal se relaciona con el arte occidental, mientras que el aporte musulmán queda reducido a elementos ornamentales y secundarios. Veremos más adelante cómo esta corriente historiográfica ha minusvalorado el papel de los elementos islámicos que integran el arte mudéjar, porque ni son solamente ornamentales ni lo ornamental cumple la misma función que en el arte occidental europeo, sobrevalorando lo cristiano.

El mudéjar no corresponde, pues, en sentido estricto ni a la historia del arte musulmán ni a la del arte occidental cristiano, ya que es un eslabón de enlace entre ambas; es un fenómeno singular de la historia del arte español. El análisis desmenuzado de los elementos artísticos musulmanes y cristianos que integran el mudéjar y su diferente valoración ha conducido a estas actitudes contrapuestas y por igual alejadas de la realidad cultural. Ya Fernando Chueca denunció hace años con clarividencia que estos análisis disgregadores del mudéjar "no hacen más que soslayar el problema, pues con todos los componentes que se quiera, nos encontramos con el hecho de un pueblo manifestándose de una determinada manera y con una gran unanimidad".

En definitiva, estas actitudes extremas en la interpretación del mudéjar han olvidado lo primordial, que el arte es ante todo la expresión de una sociedad. El mudéjar no es otra cosa que la expresión artística de la sociedad medieval española, en la que conviven cristianos, moros y judíos. Esta sociedad fue el resultado del pragmatismo político y de la tolerancia religiosa de la repoblación; en estricta ortodoxia ni los cristianos debieron autorizar la permanencia de los moros ni tampoco éstos debieron quedarse. Sin duda, constituyó una anomalía cultural; también el mudéjar lo es en cierta medida.

Queda por subrayar que el mudéjar es una expresión artística nueva, diferente de los elementos musulmanes y cristianos que la alimentan; en realidad pertenece pro indiviso a la cultura islámica y a la cristiana, como buena parte de la historia medieval española.